Cada año, una semana antes de que el instituto Karolinska de Suecia otorgue los Premios Nobel, la publicación de humor científico Anales de las Investigaciones Improbables, de Estados Unidos, entrega los Ig Nobel, que, se afirma, tienen como objetivo hacer reír para después pensar. Los galardonados en 2010 fueron:
Premio de Ingeniería: Al equipo de Karina Acvevedo-Whitehouse (Reino Unido) por perfeccionar un método para recoger mocos de ballena utilizando un helicóptero a control remoto.
Medicina: Al equipo de Simon Rietveld (Holanda) por descubrir que algunos síntomas del asma se pueden curar montando en una montaña rusa.
Física: Al equipo de Lianne Parkin (Nueva Zelanda) por demostrar que las personas resbalan y caen menos en los senderos congelados en invierno si caminan con los zapatos envueltos en calcetines.
De la Paz: Al equipo de Richard Stephens (Reino Unido) por confirmar la creencia extendida de que maldecir alivia el dolor.
Salud Pública: Manuel Barbeito (Estados Unidos) por mostrar mediante experimentos que los microbios saltan a las barbas de los científicos.
Economía: Ejecutivos y directores de Goldman Sachs, AIG, Lehman Brotehrs, Bear Stearns, Merrill Lynch y Magnetar por crear y promover nuevas formas de invertir dinero, métodos para maximizar las ganacias, minimizar los riesgos financieros para la economía mundial, o una parte de esta.
De Gestión: Al equipo de Iessandro Pluchino (Italia) por probar matemáticamente que las organizaciones serían más eficientes si ascendieran a sus empleados al azar.
Biología: Al equipo de Libao Zhang (China) por documentar científicamente el sexo oral en murciélagos
Tomado de Bohemia
Más allá de lo absurdo que puedan parecer estas investigaciones, el slogan de “hacer reír para pensar después” puede que no esté del todo errado. En el año 2000, el investigador ruso Andre Geim recibía un premio Ig Nobel por hacer levitar a una rana en un campo magnético. Diez años después, este científico fue merecedor del Premio Nobel de Física por el desarrollo del grafeno. Quién sabe si dentro de diez años, algunos de los premiados hoy con el simpático Ig Nobel, sea uno de los galardonados por la Academia Sueca de las Ciencias