Filtrar la ciencia, desengavetar soluciones

Por: Liset Prego y Liudmila Peña
«Después de escuchar la opinión del oponente y las preguntas planteadas, el tribunal considera oportuno sugerir al estudiante que presente los resultados de este trabajo en eventos científicos y los comparta con profesores y alumnos de la carrera», había dicho la presidenta del tribunal momentos antes de que le otorgaran la calificación de cinco puntos y toda la familia estallara en aplausos.
Así, cada año, cientos de estudiantes discuten trabajos de diploma y otros tantos se titulan de másteres y doctores en ciencias. En muchos casos esas investigaciones ofrecen respuestas a problemas de la cotidianidad, pero gran parte de esos aportes son desatendidos y relegados a oscuras gavetas.
Holguín cuenta con varias universidades en las que diferentes profesionales comentan sus experiencias respecto a la aplicación y generalización de las investigaciones en el territorio.
El Doctor en Ciencias Lázaro Enrique Caro, del Centro de Estudios de Deportes de Combate (CENDECOMB), de la Facultad de Cultura Física, explicó que «la dificultad para aplicar en la práctica los resultados científicos se deriva de la inexistencia de mecanismos de estimulación económica o social que permitan a los investigadores aplicarlos.
«Depende del esfuerzo individual de quien logró resultados científicos, porque a pesar de que están establecidos los proyectos de generalización, las relaciones de poder determinan que se aplique o no un resultado».
Por su parte, Sergio Cleger Tamayo, profesor de Ingeniería Informática de la Universidad Oscar Lucero Moya, comentó: «A veces las empresas no logran identificar sus problemas, encargan una investigación y luego, para defenderla, el estudiante tiene que tener un aval donde conste que se realizó y el cliente está satisfecho; pero después no las utilizan. Las entidades que tienen interés y son unidades docentes los atienden mucho mejor; por ejemplo, Desoft. Otras aceptan a los alumnos, pero cuando llegan allí no les ponen computadoras».
A las causas que inciden en la desestimación de resultados de investigación se suma la resistencia de muchas empresas a financiar los proyectos.
Sobre el tema reflexionó José Ramón Hechavarría Pérez, profesor del departamento de Ingeniería Mecánica: «Si no existe un proyecto y no hay un financiamiento mínimo, la Universidad se convierte en la única interesada en esa investigación, aunque exista un beneficio para determinada empresa».
Sería fructífero analizar cómo comienza el proceso de realización de una tesis.
Al respecto, directivos de varios departamentos de las universidades y facultades visitadas alegaron que estos se aprueban durante los últimos años de las carreras o cuando se presenta el proyecto de investigación, el cual debe responder a alguna problemática ya detectada por los departamentos de las diferentes carreras o, de lo contrario, presentar una carta que justifique la pertinencia del problema investigado.
Sin embargo, encuestas realizadas a estudiantes escogidos al azar demostraron que no siempre sucede así, pues muchas veces «los jefes de las carreras o los profesores se empeñan en que desarrollemos investigaciones porque el tema está de moda o porque les conviene para las suyas propias».
Otros reconocieron que a veces son «muy rigurosos a la hora de aprobar algunas tesis, pero otros muchos aceptan cualquier problema de investigación, aunque se sepa que no va a aportar nada nuevo al asunto, sino para que el estudiante se gradúe».
De la teoría a la práctica
Queda claro que a las cuestiones materiales se unen otras relacionadas con la conciencia y las decisiones de dirigentes de organismos y empresas, quienes no siempre tienen visión suficiente para apoyar una investigación que pudiese traer beneficios productivos y de eficiencia.
«Una vez llegué a una empresa tratando de hacer una investigación y me dijeron: “La ciencia camina muy lento y yo quiero obtener resultados rápidamente”. Los directivos piensan que hoy empezamos una investigación y mañana tenemos los resultados», explica el máster en Ciencias y profesor del Departamento de Mecánica, Elio Hidalgo Batista.
En tanto, Jorge Fornaris, licenciado en Cibernética y Matemática, aseguró: «Para graduarme como licenciado diseñé una aplicación web destinada al aeropuerto civil de Holguín que guardaba relación con el sistema de calidad que tenían, con el fin de que el especialista llevara esos datos a un sistema automatizado. Eso se cumplió al 90 por ciento de lo que me había propuesto. Yo quería seguir pero no me hicieron un contrato para terminar el trabajo y aplicar el software».
Asimismo, Vladimir Pita Simón, profesor de Filosofía del Derecho, se refirió a la falta de espacios para socializar los resultados científicos: «Cuando se asume una investigación de tipo teórico cultural, el problema está en las capacidades editoriales existentes.
«La publicación es uno de los requisitos del doctorado, pero se hace muy difícil encontrar esos sitios. Por eso hay que recurrir a publicaciones extranjeras, aunque yo apostaría por la creación de espacios propios para publicar».
Otra de las aristas encontradas fue la tendencia a escoger un «tema fácil para salir del paso y obtener un título», tanto en pregrado como en postgrado, con lo cual no siempre existe la garantía de que se obtenga un verdadero aporte teórico-práctico.
Al respecto, el Doctor en Ciencias Matemáticas, Ricardo Abreu Blaya, apuntó: «Es muy peligroso que se cierre el ciclo de las investigaciones hasta su aplicación sin que haya ciencia detrás. Sería como llevar determinado resultado a la práctica y luego comprobar que existían errores en el nivel teórico. Algo así está condenado al fracaso».
Táctica y estrategia
No obstante las dificultades detectadas, existe preocupación por el tema en algunos directivos de diversos departamentos, centros de estudios y universidades en sentido general.
Por ejemplo, en la Universidad de Ciencias Pedagógicas, la Doctora en Ciencias Graciela Góngora Suárez, rectora de esa institución educacional, explicó cómo han intentado revertir la situación de las investigaciones engavetadas:
«Elaboramos una metodología cuya primera etapa tiene que ver con el estudio del campo de problemas, desde la educación inicial hasta la superior. Luego establecimos las relaciones de los problemas y cuáles ya tenían solución a partir de un resultado de investigación. Tenemos, relacionados por municipios, quiénes son los autores y en qué escuela trabajan. El primer introductor es el maestro, pero hacerlo y generalizar los resultados no es un cambio de mentalidad que se logra de un día para otro. La universidad dirige el proceso y la Dirección Provincial tiene un mecanismo para evaluar el impacto».
Está claro que el problema de la socialización e implementación de las investigaciones tiene varias causas y determinantes, tanto objetivas como subjetivas. Pero este ejemplo demuestra que lo más importante es el interés de las universidades por no dejar caer al vacío el esfuerzo de sus investigadores, aunque han de crearse mecanismos factibles, quizá mediante el diálogo y la negociación inteligente, entre los centros de educación superior y las entidades estatales y las empresas para no buscar «soluciones mágicas» en el extranjero cuando nuestros científicos ya han hecho el aporte que se necesita.
Revisar es el primer paso. Repensar posibilidades y estrategias, socializar e implementar es asunto de las instituciones implicadas y, por supuesto, más que de otro ente, del propio investigador. Llegó la hora de desengavetar soluciones y aprovechar lo mejor de nuestra ciencia.
Tomado de Soy Cuba

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