Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la Cumbre Río+20, en Río de Janeiro, Brasil, el 21 de junio de 2012, “Año 54 de la Revolución”.
Señor Presidente;
Excelencias:
Hace 20 años, el 12 de junio de 1992, en este mismo recinto, el líder de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz expresó, y cito: “Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre”.
Lo que pudo haber sido considerado alarmista, constituye hoy una realidad irrefutable. La incapacidad de transformar modelos de producción y consumo insostenibles atenta contra los equilibrios y la regeneración de los mecanismos naturales que sustentan las formas de vida en el planeta.
Los efectos no se pueden ocultar. Las especies se extinguen a una velocidad cien veces más rápida que las indicadas en los registros fósiles; más de cinco millones de hectáreas de bosques se pierden cada año y cerca del 60 por ciento de los ecosistemas están degradados.
A pesar del hito que significó la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, las emisiones de dióxido de carbono se incrementaron en un 38 por ciento entre 1990 y el 2009. Ahora vamos hacia un aumento de la temperatura global que pondrá en riesgo, en primer lugar, la integridad y existencia física de numerosos Estados insulares en desarrollo y producirá graves consecuencias en países de África, Asia y América Latina.
Un profundo y detallado estudio realizado durante los últimos cinco años por nuestras instituciones científicas, coincide en lo fundamental con los informes del Panel Intergubernamental Sobre Cambio Climático y confirma que en el presente siglo, de mantenerse las actuales tendencias, se producirá una paulatina y considerable elevación del nivel medio del mar en el archipiélago cubano. Dicha previsión incluye la intensificación de los eventos meteorológicos extremos, como los ciclones tropicales, y el aumento de la salinización de las aguas subterráneas. Todo ello tendrá serias consecuencias, especialmente en nuestras costas, por lo que hemos iniciado la adopción de las medidas correspondientes.
Este fenómeno tendría, igualmente, fuertes implicaciones geográficas, demográficas y económicas para las islas del Caribe que, además, deben enfrentar las inequidades de un sistema económico internacional que excluye a los más pequeños y vulnerables.
La parálisis de las negociaciones y la falta de un acuerdo que permita detener el cambio climático global son un nítido reflejo de la falta de voluntad política y la incapacidad de los países desarrollados para actuar conforme a las obligaciones que se derivan de su responsabilidad histórica y su posición actual. Esto se ha puesto de manifiesto en esta reunión, a pesar del extraordinario esfuerzo que ha hecho Brasil y que le agradecemos.
Se incrementa la pobreza, crece el hambre y la desnutrición y aumenta la desigualdad, agravada en las últimas décadas como consecuencia del neoliberalismo.
Durante estos veinte años, se han lanzado guerras de nuevo tipo, concentradas en la conquista de fuentes energéticas, como la ocurrida en el 2003 con el pretexto de las armas de exterminio en masa que nunca existieron, y la que recientemente se produjo en el Norte de África. A las agresiones que ahora se vislumbra continuar contra países del Medio Oriente, se añadirán otras, con el fin de controlar el acceso al agua y a otros recursos en vías de agotamiento. Debe denunciarse que intentar un nuevo reparto del mundo, desatará una espiral de conflictos de incalculables consecuencias para un planeta ya gravemente inseguro, y además enfermo.
El gasto militar total ha crecido en estas dos décadas a la astronómica cifra de 1,74 millones de millones de dólares, casi el doble que en 1992, lo que arrastra a la carrera armamentista a otros Estados que se sienten amenazados. ¿A dos decenios del fin de la Guerra Fría, contra quiénes se usarán estas armas?
Dejemos las justificaciones y egoísmos y busquemos soluciones. Esta vez, todos, absolutamente todos, pagaremos las consecuencias del cambio climático. Los gobiernos de los países industrializados que actúan de esta forma no deberían cometer el grave error de creer que podrán sobrevivir un poco más a costa de nosotros. Serían incontenibles las oleadas de millones de personas hambrientas y desesperadas del Sur hacia el Norte y la rebelión de los pueblos ante tanta indolencia e injusticia. Ningún hegemonismo será entonces posible. Cese el despojo, cese la guerra, avancemos hacia el desarme y destruyamos los arsenales nucleares.
Estamos urgidos de un cambio trascendental. La única alternativa es construir sociedades más justas, establecer un orden internacional más equitativo, basado en el respeto al derecho de todos; asegurar el desarrollo sostenible a las naciones, especialmente del Sur, y poner los avances de la ciencia y la tecnología al servicio de la salvación del planeta y de la dignidad humana.
Cuba aspira a que se impongan la sensatez y la inteligencia humana sobre la irracionalidad y la barbarie.
Por. Dr. C Agustín Lage. Director Centro de Inmunología Molecular
Ese no es el mundo actual. Hay una distancia grande y creciente entre los países industrializados y los subdesarrollados en cuanto a la producción de ciencia. Pero lo más importante es que la distancia es mayor en cuanto a la utilización de la ciencia. Los países del Sur, que tienen 81,7% de la población mundial, producen 32,4% de las publicaciones científicas, pero poseen solo 4,5% de las patentes. De los 59 millones de inmigrantes que, según se estima, viven en los países más desarrollados, 20 millones tienen educación superior.
Aun dentro de las economías domésticas de los países industrializados, se aprecia, en los últimos cincuenta años, una internalización de la actividad científica dentro de las empresas. La fracción de la inversión en ciencia financiada por estas es de 64% en Francia, 71% en los Estados Unidos y Alemania, y 79% en Japón. En los países del Sur ese proceso no ha ocurrido, y la actividad científica sigue siendo, en esencia, académica y sufragada mayoritariamente por el Estado. Sus resultados no se trasvasan a las empresas nacionales, y esa promoción de actividades científicas desorientadas no genera tecnologías socialmente valiosas. Solo multiplica información irrelevante y de difícil acceso.
La creación de valor depende, cada vez más, de un mejor uso del conocimiento; y, a su vez, de la fortaleza de los vínculos entre los diferentes actores del sistema nacional de innovación. Lo que explica el desarrollo industrial de la biotecnología en Cuba no es ciertamente una mayor inversión en investigación científica. El porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) que se dedica en Cuba a ciencia y técnica (0,72%) es inferior al de América Latina (1,09%). También lo son nuestras cifras de producción de literatura científica; y, de hecho, el financiamiento presupuestado a la investigación científica en la Isla, también sufrió los efectos del Período especial.
Lo que se construyó en el Polo científico a partir de los años 80 fue un sistema de conexión directa entre la investigación y la producción, con un ciclo económico de autofinanciamiento.
4. Las nuevas tecnologías requieren un nuevo tipo de empresa.
El principal resultado del Polo científico no es ninguna de sus vacunas, ni sus anticuerpos: es el tipo de organización económica. Si analizamos las instituciones de la Biotecnología cubana no como centros científicos (que también son), sino como organismos económicos, se dibuja el cuadro organizativo que la experiencia práctica fue construyendo:
Instituciones “a ciclo completo” de investigación-producción-comercialización.
Orientación exportadora y actividad de exportación (y de importación de insumos) directa.
Sistema de gestión descentralizado que no es el clásico esquema empresarial, ni el de la unidad presupuestada.
Centros integrados en un sistema de potenciación mutua para las investigaciones, la producción y las negociaciones externas; y, a su vez, para la función social de sus productos en Cuba, fundamentalmente en el sistema de salud.
Internalización de la investigación científica como parte de sus costos fijos, potenciada con los estudios que también se realizan en las instituciones cubanas que usan los productos.
Utilización de su potencial científico como palanca de negociación, valorizando en sus transacciones no solamente los productos, sino sus “activos intangibles”.
La organización productiva de la economía del conocimiento ya no puede construirse, como las industrias de mediados del siglo XX, alrededor de un producto o de una tecnología, porque estos cambian cada vez más rápido. Tiene que hacerse alrededor de una capacidad continua de crear y asimilar conocimientos que generen nuevos productos y nuevas tecnologías. De ahí proviene la necesidad de internalizar la investigación científica dentro de la organización productiva. En el lapso históricamente breve de treinta años de existencia de la industria biotecnológica cubana, algunos centros han debido cambiar varias veces el “producto líder” de sus exportaciones.
Viendo esta experiencia desde una perspectiva histórica, es un caso más de la regularidad de que las tecnologías muy novedosas raramente se insertan en las organizaciones ya existentes, sino que “crean” la suya propia. Así, hace siglos las nuevas tecnologías agrícolas “inventaron” la granja; la primera revolución industrial “inventó” la fábrica; y la segunda, sustentada en la electricidad y el petróleo, condujo a la administración científica industrial tal como hoy la conocemos. En el mundo actual, la creciente integración entre la ciencia y la producción comienza por laboratorios científicos en las industrias, pero termina por crear un nuevo tipo de organización productiva que introduce la investigación científica dentro de la cadena de valor, y la utiliza como activo en las negociaciones para la realización comercial del valor agregado. Este proceso de surgimiento de empresas de alta tecnología no es privativo de la biotecnología (aunque en Cuba haya empezado por ahí).
5. La Empresa de alta tecnología requiere un contexto regulatorio específico.
Las empresas surgen y se desarrollan no solo impulsadas por sus tecnologías y por las oportunidades de mercado; sino también promovidas o inhibidas por el contexto regulatorio en el que operan. Las regulaciones económicas se construyen en todos los países en función de determinados objetivos y valores prevalecientes en cada sociedad.
La atención directa de las instituciones biotecnológicas emergentes en Cuba, por la instancia superior de dirección del país (surgieron subordinadas al Consejo de Estado), y en muchos casos personalmente por el Comandante en Jefe, Fidel Castro, las protegió del posible efecto inhibidor de regulaciones concebidas con otro propósito y para otro tipo de emprendimiento.
En los últimos años, la capacidad de compra de Cuba en el exterior se ha movido alrededor de 20% del PIB. Aun asumiendo los riesgos de las extrapolaciones lineales a partir de los indicadores económicos, esta cifra sugiere que hay una pequeña parte de nuestra economía que opera en función de la demanda externa, mientras que el resto lo hace para la interna. Las organizaciones productivas que trabajan para el mercado externo generalmente tienen mayor productividad por hombre, aun calculando el ingreso en divisas como equivalente 1 a 1 al de moneda nacional. La diferencia sería aún mayor si se utilizase otra tasa de cambio que reflejara mejor el poder adquisitivo de la moneda. Las que producen para la demanda doméstica (numéricamente muchas más) han tenido en estos años, como ha sido públicamente criticado, y discutido en la Asamblea Nacional, baja productividad del trabajo.
Obviamente, no podemos regular ambos espacios económicos de la misma manera. Cuando se intenta disecar los objetivos de las regulaciones que la rigen, se ve más claramente esta dicotomía.
Para la mayor parte de la economía nacional lo más importante ahora es el incremento de la productividad del trabajo. Para los sectores exportadores que ya lo tienen, es el crecimiento del sector, de su volumen de actividad económica. Este crecimiento, aun si ocurriese a expensas de una menor reducción de la productividad por hombre, incrementaría la de la media nacional.
Para la mayor parte de la economía nacional el “cuello de botella” del crecimiento está hoy en la producción. La demanda doméstica no está saturada para la gran mayoría de los productos; pero para los sectores exportadores frecuentemente no es la capacidad de producción, sino la penetración en mercados externos.
Para la mayor parte de la economía nacional es muy importante el ahorro y la reducción del costo unitario de sus operaciones. En los sectores exportadores que están llamados a crecer es más importante el costo de oportunidad, en cuanto al mercado, que perdemos por dejar de hacer algo; y las operaciones que abren mercados pueden tener sentido aun si aumentan el costo unitario (por supuesto, dentro de la rentabilidad).
En los sectores que operan en función de la demanda doméstica, la planificación socialista puede decidir su satisfacción, los precios internos, y los estándares técnicos de los productos. En los sectores exportadores, ninguno de estos tres aspectos están bajo nuestro control y, muy frecuentemente, aparecen oportunidades y problemas imprevistos.
La conclusión es que un conjunto de regulaciones que introduzca presiones para el incremento constante de la productividad (por ejemplo, vinculándola al salario), y para la reducción continua del costo unitario, será sin dudas conveniente para la mayor parte de la economía nacional, pero puede resultar corrosivo para los sectores emergentes exportadores de alta tecnología. La tendencia mundial en estos sectores ha sido, y seguirá siendo, al incremento de los “costos fijos”, dados por la investigación científica, el desarrollo de nuevos productos y la evolución de los estándares de calidad. Esta tendencia hay que asumirla y enfrentarla subsumiendo los costos fijos en operaciones productivas y exportadoras de mayor volumen, no buscando ahorros marginales en los procesos que tenemos hoy.
Este razonamiento no implica que el ahorro no sea importante, pero sí que en la vida real de la microeconomía —no en la macro— puede suceder que los objetivos del ahorro y del crecimiento entren en contradicción; y cuando eso sucede, en algunos casos hay que priorizar uno u otro. En una actividad social “presupuestada”, la prioridad será siempre el ahorro; y también lo será en una productiva, para satisfacer una demanda cautiva, de volumen y precios bajo control del Estado. Pero en una destinada a abrir espacio en la demanda externa, la prioridad es el crecimiento. El propio esfuerzo por el ahorro y la mayor eficiencia no tiene como objetivo primario incrementar la ganancia por unidad física producida, sino disponer de márgenes de precios para aumentar la penetración en mercados externos.
No se trata de que los sectores exportadores de alta tecnología no deban ser regulados; sino de que hay que hacerlo de manera diferenciada. Ello no supone contraponer la productividad al crecimiento; sino comprender que hay acciones para el incremento de la productividad a corto plazo —frecuentemente concentradas en la organización del trabajo— y otras para su sostenibilidad en el mediano plazo, que dependen, con frecuencia, de gestión del conocimiento e inversión; y en los sectores de alta tecnología el “mediano plazo” llega muy rápido.
El problema no es nuevo, ni es exclusivo de Cuba. En otros países que se han planteado estimular el crecimiento de esos sectores, hay antecedentes del establecimiento de contextos regulatorios diferenciados. La creación en los Estados Unidos, en 1971, de un nuevo mercado de valores (NASDAQ) —complementario de la bolsa clásica (New York Stock Exchange)—, con regulaciones diferentes, el surgimiento análogo, en 1995, del Alternative Investment Market, en Londres; las Zonas Económicas Especiales, en China e India, y otras experiencias, tienen en común el intento de construir un contexto regulatorio que incentive el surgimiento de empresas tecnológicas basadas en productos novedosos, y la inversión de riesgo. Usualmente son pequeñas, y concentradas en crecer. Ninguna de estas experiencias es idéntica a otra, y ninguna es “copiable” para Cuba, pero lo que siempre aparece como constante es la necesidad de regulaciones específicas para estimular y proteger el crecimiento de estos sectores.
Mientras más avanzada es la tecnología, y más novedosos los productos de una empresa, menos predecibles se hacen sus operaciones y sus indicadores. El contexto regulatorio tiene que prever un espacio de exploración, riesgo y adaptación rápida para este tipo de empresa; mayor que el tolerable para otras de tecnologías más convencionales y de mercado conocido.
La conexión directa de la ciencia con la economía no es un proceso espontáneo; ni bajo las presiones del mercado, ni como consecuencia de la inversión social en desarrollo científico. Requiere intencionalidad y conducción.
Por: Agustín Lage Dávila. Director del Centro de Inmunología Molecular.
El sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba, en abril de 2011, aprobó los Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución “para actualizar el modelo económico cubano, con el objetivo de garantizar la continuidad e irreversibilidad del socialismo”. En su implementación exitosa los revolucionarios cubanos ponemos todo el entusiasmo, esfuerzo e inteligencia de que somos capaces. Para ello, necesitamos extraer conocimiento de cuanta fuente pueda sernos útil, pero principalmente de nuestras experiencias en la construcción de la sociedad socialista cubana, que nos permitan ver el mundo desde nuestras propias perspectivas.
Una de esas experiencias es el surgimiento en Cuba, en los años 80, de la industria biotecnológica —cuando apenas emergía en los países de mayor desarrollo—, y su crecimiento durante las tres décadas siguientes, hasta convertirse en un importante renglón de exportación.
La experiencia del “polo científico”, como se conoce generalmente a nuestra industria biotecnológica y farmacéutica de avanzada, tiene especificidades dentro del contexto de la economía cubana, que es necesario resaltar como punto de partida de este análisis. A partir de la inauguración, en enero de 1982, por el Comandante en Jefe Fidel Castro, de un pequeño laboratorio con treinta científicos encargados de la producción de Interferón, la industria biotecnológica cubana creció aceleradamente, con nuevas instituciones y productos, hasta convertirse en lo que es hoy: un conjunto de veintisiete entidades que agrupan más de diez mil trabajadores, operan fábricas en Cuba y en otros países, aportan 141 productos al cuadro básico de medicamentos en la Isla, y realizan exportaciones por varios cientos de millones de dólares a más de cincuenta países.
Este despegue productivo, exportador y de desarrollo de infraestructura resistió el llamado Período especial, cuando la economía cubana, a causa de la desaparición del campo socialista europeo y del reforzamiento oportunista del bloqueo norteamericano, sufría una importante contracción de su producto interno y de sus mercados; y otros sectores tuvieron que reducir sensiblemente sus actividades.
Las exportaciones del polo científico han estado creciendo a más de 30 por ciento anual en la última década, y se han basado en productos no tradicionales (varios de ellos de propiedad intelectual cubana), con diversidad de destinos, con entornos regulatorios diferentes, y han requerido esquemas de negociación también no tradicionales. Tal operación no contó con inversión extranjera ni con créditos externos. Corrió a cargo del Estado y logró su recuperación y reproducción ampliada en un plazo sorprendentemente breve. Las negociaciones no comprometieron, en ningún caso, la propiedad estatal sobre los activos.
Un proceso similar no ha ocurrido en ningún otro país de América Latina. Tampoco, con esas características, en otros sectores de Cuba. Las experiencias en el turismo y la minería en el mismo período, también exitosas, se basaron en esquemas de inversión, gestión y negociación diferentes.
Por supuesto, hay determinantes científicas y particularidades del sector biofarmacéutico en la industria biotecnológica cubana; pero no es donde está lo principal. Probablemente esta experiencia tenga algo que decirnos sobre el proceso de conexión directa de la Ciencia con la Economía, y sobre las formas de gestión de la empresa estatal socialista. Si logramos descifrar estos mensajes, el caso del Polo científico dejaría de ser algo “particular” para convertirse en “anticipatorio” de lo que pudiera ser la Empresa socialista de alta tecnología, construida sobre el terreno fértil del capital humano y la cohesión social creados por la Revolución.
INTUICIONES: ¿QUÉ APRENDIMOS DE ESA EXPERIENCIA?
Usamos el término “intuiciones” para subrayar que un análisis riguroso de los determinantes macro y microeconómicos de la evolución de la industria biotecnológica en Cuba tendrá que ser emprendido por especialistas en Ciencias económicas. Aquí nos limitaremos a exponer las regularidades e ideas generales que quienes hemos tenido la oportunidad de participar en el desarrollo de estas instituciones —y que no provenimos del campo de la economía— podemos extraer de la experiencia concreta. Estas son:
1. Hay un cambio en el contexto mundial para el desarrollo de nuestra economía, dado por la relación entre tecnologías y globalización.
Comprensiblemente, cuando se habla de ese “cambio de contexto”, lo primero que viene a la mente es la desaparición del campo socialista europeo, con el que, hace tres décadas, Cuba realizaba más de 80 por ciento de su comercio exterior y con el que tenía acuerdos de integración económica a largo plazo. Eso es una enorme verdad; pero a los efectos del tema de este ensayo es imprescindible identificar otro proceso, que hubiera creado tensiones para la economía cubana aunque el campo socialista aún existiese. Se trata del acelerado desarrollo tecnológico de la segunda mitad del siglo XX y de la globalización de la economía que él hizo posible, y su efecto sobre los países de pequeño tamaño. Transitamos hacia una economía donde los productos de la industria se sustituyen muy rápidamente por otros mejores, y donde las tecnologías permiten enormes escalas de producción, y grandes reducciones de los costos unitarios.
Estos dos fenómenos se refuerzan mutuamente: la rentabilidad del proceso productivo moderno solo se logra con enormes escalas de producción, con grandes mercados para los productos. A su vez, esas grandes operaciones son las que permiten subsumir los altos costos fijos de la investigación científica para el desarrollo de nuevos productos, y de los estándares de calidad que mantienenla competitividad. Estaes una tendencia objetiva del desarrollo de las fuerzas productivas, y va a continuar. La consecuencia directa para los países pequeños como Cuba es la pérdida del poder de la demanda doméstica como motor del desarrollo industrial.
Las teorías “desarrollistas”, vigentes en el pensamiento económico latinoamericano en los años 60 del siglo XX, proponían una industrialización nacional, con asimilación de tecnologías para sustituir importaciones. En Cuba, durante el período revolucionario anterior a 1986, los ingresos externos se basaban en el azúcar y el níquel. De ahí debían salir los recursos que financiaran la infraestructura económica para satisfacer la demanda interna. Fue una estrategia correcta en su tiempo; sin embargo, ya no es viable en el nuevo contexto.
En nuestra experiencia concreta con los medicamentos de avanzada, aprendimos que no podemos producirlos solamente para la demanda nacional. Es la limitación del concepto de “sustitución de importaciones”: en algún momento aparece el razonamiento de que es más barato importar que producir. Necesitamos grandes operaciones de exportación para que ocurra el desarrollo tecnológico. Varios de los medicamentos y vacunas del Polo científico se producen hoy a una escala mayor a veinte veces la demanda doméstica. Es un cociente superior al que había para el azúcar.
Los cambios de contexto van siempre acompañados de nuevas oportunidades, pero también de peligros. Tendremos que aprender a construir la economía socialista cubana en ese nuevo escenario; un contexto mundial donde nuestra planificación no puede controlar —excepto para la pequeña fracción de la demanda nacional— el tamaño del mercado, ni los precios, ni los estándares técnicos de los productos, ni la dinámica de los cambios.
2. En el nuevo contexto, el desarrollo económico pasa obligatoriamente por el desarrollo de industrias de alta tecnología.
Cuba ha logrado un balance positivo de su comercio exterior, y eso es un importantísimo logro, después de la desaparición del campo socialista europeo y ante el mantenimiento de la guerra económica de los Estados Unidos contrala Isla. Esono se puede minimizar, pero también es cierto que ese balance se alcanza a expensas de la exportación de servicios. En la de bienes, sigue siendo negativo. Tal situación puede y debe mejorar con la disminución de importaciones de alimentos —cuyos precios no cesan de crecer—; pero en un país con escasos recursos naturales, y con una población de edad promedio cada vez mayor, y elevada calificación, el balance positivo externo hay que lograrlo con productos de alto valor agregado. Así se recoge en el número 78 de los Lineamientos…, que indica: “Diversificar la estructura de las exportaciones de bienes y servicios, con preferencia las de mayor valor agregado y contenido tecnológico”.
¿De dónde van a salir esos productos? De nuevo la experiencia del Polo científico puede tener algo que decir en este tema. Durante más de veinte años, sus organizaciones han negociado con instituciones privadas y públicas, grandes y pequeñas, de más de cincuenta países, en todos los continentes. El análisis exhaustivo de esa experiencia está pendiente, y no forma parte del objetivo de este ensayo. No obstante, en una primera aproximación, indica que es muy difícil abrir espacios con productos de bajo contenido innovador, y en competencia con muchos productores en el mundo.
Para los productos tradicionales de la industria (textiles, electrónica simple de consumo, y otros), la tecnología moderna permite escalas de producción muy por encima de la demanda solvente mundial. Para lo que no hay, ni habrá, sobreproducción es para los innovadores, y aquellos que todavía no existen. Es imprescindible entonces tenerlos; lo que no siempre significa que sean únicos, pero sí nada sencillos de producir, ni por su tecnología, ni por sus estándares de calidad, ni por la calificación de la fuerza de trabajo requerida. Operan entonces dos mecanismos que abren los espacios de exportación:
•Cuando existe concertación entre gobiernos para garantizar amplio acceso a la población y escapar de los precios abusivos de los productos innovadores cuando vienen de países industrializados.
•Cuando nuestros productos son únicos o tienen tan alto contenido innovador, que los haga entrar en los mercados aun en ausencia de acuerdos entre gobiernos.
Ambos mecanismos se relacionan y compensan entre sí. Mientras más fuerte es uno, menos debe serlo el otro y viceversa. Pero los dos requieren un alto “contenido en conocimientos” y ciencia, en el desarrollo del producto y en el proceso productivo. Eso no se alcanza simplemente importando tecnologías. Es esa la experiencia de las vacunas cubanas, la Eritropoyetina, el Heberprot, los sistemas SUMA, los genéricos de avanzada, los anticuerpos monoclonales y otros tantos. 5 O tenemos productos innovadores, o no tendremos exportaciones de alto valor agregado para financiar la continuidad de nuestro desarrollo económico y social.
3. La tarea no se limita al desarrollo científico. Lo principal es la conexión de la ciencia con la economía.
La importancia de la investigación científica, y del proceso más abarcador conocido como “gestión del conocimiento” para el desarrollo económico, han sido extensamente discutidos, y existe abundante literatura internacional, y también en Cuba, sobre el tema. No ampliaremos, pues, sobre la existencia de esa influencia, sino sobre los mecanismos por los cuales esta se produce.
La idea de que simplemente “sembrar ciencia” —es decir, formar científicos, crear instituciones, aumentar el financiamiento a la ciencia— se traducirá, de alguna manera, en desarrollo económico es vieja e ingenua, que no corresponde al contexto actual. Por supuesto que es una condición necesaria; lo nuevo es que ya no es suficiente.
Cuando los países hoy industrializados y técnicamente avanzados emprendieron su desarrollo, hace más de ciento cincuenta años, tenían, en muchos sectores productivos, un nivel tecnológico inferior al que tienen en la actualidad los países del Sur. En 1880, la renta per cápita de aquellos era apenas dos veces la de estos; no obstante, en ese momento eran la avanzada dela tecnología. Nohabía un “primer mundo” al cual mirar. No existían empresas multinacionales que captaran las innovaciones e inundaran los mercados; ni “robo de cerebros”. El desarrollo científico nacional y las innovaciones se revertían directamente en la industria nacional.
Hoy es un día especial para millones de cubanos. Los hombres y mujeres de ciencia del CNEA, en nombre de todos los científicos y trabajadores de la ciencia de la provincia y el país, nos unimos al regocijo general por la celebración del Aniversario 85 del natalicio del líder histórico de la Revolución cubana. Y no puede ser menos, cuando se puede afirmar que la Ciencia y la Tecnología en Cuba halló en la figura de Fidel su más constante impulsor.
En conmemoración a la efemérides, reproducimos extensos fragmentos de un discurso visionario, pronunciado por Fidel el 15 de enero de 1960, en acto celebrado por la Sociedad Espeleológica de Cuba, en la Academia de Ciencias, y que se ha convertido para la historia reciente, en la guía de todo el desarrollo científico del país posterior a 1959.
El futuro de nuestra Patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia
Discurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, en el acto celebrado por la Sociedad Espeleológica de Cuba, en la Academia de Ciencias, el 15 de enero de 1960.
Hoy, en la patria nueva, en la Patria verdaderamente libre, los científicos, los investigadores, tienen todas las oportunidades, sobre todo, la gran oportunidad de que cada una de las cosas que realicen, cada uno de los esfuerzos que hagan, van a beneficiar directamente a su pueblo y a su patria. Hoy tienen la satisfacción de saber que hay un gobierno revolucionario que busca la verdad, que necesita de los científicos, que necesita de los investigadores; porque es el minuto en que todas las inteligencias tienen que ponerse a trabajar, en que todos los conocimientos no son suficientes para la obra que se realiza y son necesarios más conocimientos: y así, el científico, como el artista, tiene hoy el escenario ideal donde su inteligencia y su talento pueden encontrar desarrollo pleno en busca de la verdad y del bien, porque ha entrado la patria por el sendero de la verdad, porque ha entrado la patria por el sendero de la justicia, por el camino donde no se persigue la inteligencia sino que se le estimula y se le premia: ha entrado la Patria por el camino en que es necesario que todos nos pongamos a estudiar y nos pongamos a investigar [… ]
[… ] ojalá que en los años venideros crezca la sociedad espeleológica y crezcan nuestras instituciones científicas; ojalá que legiones de cubanos se sumen. Hoy todavía es un círculo reducido el círculo de los investigadores, porque las circunstancias le dificultaron el camino a la inteligencia.
El futuro de nuestra Patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, tiene que ser un futuro de hombres de pensamiento, porque precisamente es lo que más estamos sembrando; lo que más estamos sembrando son oportunidades a la inteligencia; ya que una parte considerabilísima de nuestro pueblo no tenía acceso a la cultura, ni a la ciencia, una parte mayoritaria de nuestro pueblo. Era una riqueza de la cual no podía nada esperarse porque no teníanla oportunidad. Y así, siendo la mitad de nuestra población rural, solamente el 5% de los niños campesinos llegaban hasta el 5to grado.
¡Cuántas inteligencias se habrán desperdiciado en ese olvido! ¡Cuántas inteligencias se habrán perdido! Inteligencias que hoy se incorporarán a la vida de su país; inteligencias que hoy se incorporarán a la cultura y a la ciencia, porque para eso estamos convirtiendo las fortalezas en escuelas; para eso estamos construyendo ciudades escolares; para eso estamos llenando la Isla de maestros, para que en el futuro la Patria pueda contar con una pléyade brillante de hombres de pensamiento, de investigadores y de científicos.
Ustedes, que han sido los pioneros, verán cómo algún día no lejano, empiezan a cosecharse los primeros frutos de la semilla que hoy estamos sembrando para que deje de ser la cultura, deje de ser la universidad, lugar donde solo tiene acceso una parte de nuestro pueblo, para que todo nuestro pueblo tenga acceso a ella. Por eso, nosotros consideramos que el mejor sistema es aquel que le brinda la oportunidad de ir a la universidad, no al privilegio sino ala inteligencia. Yasí pensamos organizar las escuelitas en los campos y así pensamos organizar los centros secundarios de enseñanza rural y así pensamos organizar las ciudades escolares, de manera que los niños más inteligentes, los más inteligentes de cada escuela, tengan oportunidad de llegar a las universidades y tengan oportunidad de escalar los lugares más destacados de nuestra cultura [… ]
Lo que esperamos de ustedes es que continúen trabajando, porque Cuba necesita de ustedes mucho; Cuba necesita mucho de los hombres de pensamiento, sobre todo de los hombres de pensamiento claro, no solo hombres que hayan acumulado conocimientos; hombres que pongan sus conocimientos del lado del bien, del lado de la justicia, del lado de la Patria, porque vivimos en estos momentos en que el papel del pensamiento es excepcional, porque solo el pensamiento puede guiar a los pueblos en los instantes de grandes transformaciones y en los momentos en que se emprenden grandes empresas como esta que está llevando adelante nuestro pueblo.
Y entre los hombres de pensamiento hay que librar la batalla, entre los hombres de pensamiento hay que formar la legión que brinde los recursos de su inteligencia a la Revolución en esta hora, porque hombres hay que han acumulado pensamientos, pero no los emplean sino en beneficio de sus propios intereses, no los emplean sino egoístamente, y necesitamos hombres de pensamiento que lo empleen en bien de los demás.