Magia, pseudociencia y ciencia.
Una reflexión desde la Neurobiología (IV Parte)
Por DrC. Jorge A. Bergado Rosado y DrC. William Almaguer Melián (Centro Internacional de Restauración Neurológica, CIREN)
Ciencia y pseudociencia
El hombre moderno y civilizado, cree en la ciencia y confía en ella, y aunque no por eso deja de creer en otras cosas, su visión del mundo se apega cada vez más a las interpretaciones que ofrece la ciencia moderna.
Obnubilados y timadores siempre han existido. Cualquiera puede, lleno de ingenua buena fe o con execrable ánimo de lucro, construir hipótesis descabelladas o aplicar terapias y tratamientos inoperantes. Solo que hoy en día, para lograr una mayor credibilidad, han debido disfrazarlos de ciencia. Surge así un fenómeno de nuestro tiempo: la pseudociencia, algo que parece ciencia, pero no lo es. Basta con que alguna vez, por azar, parezca que funciona; ese acontecer fortuito será disfrazado de hecho científico y adornado con palabras, poderosas palabras -como energía-, y nos será ofrecido como solución efectiva a problemas reales.
Cuando digo que parezca funcionar quiero decir exactamente eso, que ofrezca al menos la apariencia de que puede funcionar. Lo que un científico hace es probar experimentalmente si funciona o no; lo que el pseudocientífico hace es retar al crítico y decirle: “Demuestra que no es cierto”, escamoteando con malas artes que su deber primero e intransferible sería aportar las pruebas, los hechos comprobados, que demuestren lo que afirma. Quien propone una verdad tiene la obligación de demostrarla, y no al revés.
La sociedad capitalista moderna sufre de males raigales y terribles. La explotación despiadada de seres humanos y recursos naturales genera tragedias enormes y tiene al mundo al borde de una catástrofe ecológica devastadora. Algunos profetas acusan a la Ciencia de ser culpable de este entuerto, lo cual además de injusto, es falso. La Ciencia es conocimiento y el conocimiento es poder. Usarlo razonablemente, usarlo solidariamente, usarlo sabiamente, es algo que la sociedad capitalista no ha sabido y nunca sabrá hacer, a menos que renuncie a sus esencias consumistas, egoístas y derrochadoras.
Nuestra sociedad se debate en un mundo lleno de problemas, crisis y amenazas aparentemente sin solución. La caída del socialismo europeo parece habernos dejado sin esperanzas de un futuro mejor para todos. Nosotros, y muchos como nosotros, creemos que eso no es cierto, pero de momento, la realidad percibida por una buena parte de la humanidad es bastante pesimista, por no decir apocalíptica.
En tiempos así los hombres se debaten, las ideologías se derrumban y se alzan y se renuevan. Aparecen, se nos proponen y se nos venden, todo tipo de soluciones, todo tipo de refugios, todo tipo de líderes, todo tipo de Mesías. Son tiempos de incertidumbre y búsqueda, una aparente vuelta atrás en la espiral de la evolución.
Profetas, farsantes y lunáticos preconizan el fin de la Ciencia, el cambio de paradigma, la vuelta al pasado, las medicinas antiguas y las terapias místicas. Los seres humanos, confiados y crédulos, buscan asideros y consuelos. Surgen o resurgen engendros en forma de pseudociencia o religión, o ceremonias mágicas, o ritos ocultistas, reunidos malsanamente.
Las predicciones astrológicas ocupan espacios inauditos en los medios de prensa, conjuntamente con dietas mágicas que nos convertirán en Venuses y Adonis. La gente regresa a los antiguos cultos, y adquieren fuerza y popularidad teologías relegadas, desde el Espiritismo a la Teosofía; incluso aparecen nuevas religiones como la Cienciología, creada por un escritor de ciencia ficción en los Estados Unidos y que cuenta entre sus adeptos a populares estrellas de Hollywood.
Curadores y espiritualistas difunden el Reiki y el Feng shui, la imposición de manos y la radiestesia y hasta algunos médicos aceptan y recomiendan viejos métodos de curación con respaldo científico pobre o ausente, como la homeopatía y la terapia floral, que no tienen nada que ver con el tradicional uso de las plantas en tisanas o cocimientos para aliviar determinadas dolencias.
El hombre imaginativo, confiado y gregario, tiene premisas biológicas que lo predisponen a la credulidad. Pocas repeticiones, aislados aciertos azarosos, bastan para darles fuerza y sustento. Nuestro cerebro predictor no necesita muchas repeticiones y adquirir un pensamiento científico no es algo sencillo, pues requiere de un entrenamiento riguroso y largo.
A modo de conclusiones
Al presentar estos argumentos no lanzamos el anatema fatalista de que el hombre está biológicamente condenado per secula seculorum a ser supersticioso. La evolución de la cultura humana y el desarrollo de la Ciencia nos han dotado de un método poderoso y sencillo (al menos conceptualmente) para distinguir entre ilusión y realidad.
La evolución cultural de la humanidad es un proceso complejo, pero con más avances que retrocesos. Magos, brujos, sacerdotes y científicos, son escalones dentro de ese proceso, que se suceden unos a otros, pero que también pueden coexistir y de hecho lo hacen distintas formas de pensamiento y de entender el mundo. Si primero fue desplazada la magia por la religión y luego esta por una cosmovisión científica, esos desplazamientos no han significado la extinción de las anteriores; en la sociedad viva está toda la historia del pensamiento humano.
Hay que reconocer que la sociedad no evoluciona in toto, y que en cualquier etapa del desarrollo subsisten y persisten todas las formas anteriores de su evolución. Los pseudocientificos, en la más benévola de las consideraciones, lideran un amotinamiento contra la ciencia desde el pensamiento anterior a la ciencia.
El pensamiento científico es el logro más alto de la cultura humana, nada compite con él, nada se le aproxima, ni siquiera la 9na. Sinfonía de Beethoven. Aprender a pensar científicamente es aprender a vivir y actuar de otra manera, pero vale la pena. El universo, el mundo, la vida, son maravillas tan espléndidas que no hace falta aderezarlas con espectros.
Bibliografía Consultada
Llinás, R.: El cerebro y el mito del yo. Editorial Norma. Bogotá 2003
Frazer, G.: La Rama Dorada. Magia y Religión. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2009
Kandel, E.R, Schwartz, J.H. y Jessell, T.M.: Principles of Neural Science. 4ta Ed. McGraw-Hill, New York, 2000
Agradecimientos
Los autores agradecen al Prof. Ivan Izquierdo de la Universidad Federal de Río Grande de Sur (Brasil) y al Prof. Luis C. Silva del Centro Nacional de Información Científica sus comentarios, críticas y sugerencias al presente trabajo. También agradecemos el estímulo recibido de otros colegas consultados para perseverar en este empeño.