Aprueban premios nacionales de la Academia de Ciencias

 
El Pleno de la Academia de Ciencias de Cuba (ACC) aprobó otorgar los premios nacionales de esa organización correspondientes al 2011, a cincuenta resultados de impacto en la secciones de Ciencias Agrarias y de la Pesca, Técnicas, Naturales y Exactas, Sociales, y Biomédicas.
La relación de los trabajos reconocidos incluyen la Caracterización, patogenicidad, y control de bacterias del género Rhizoctonia spp, uno de los patógenos más perjudiciales al cultivo del frijol, y Tecnología de microencapsulación mediante secado por aspersión, alternativa cubana para sustituir las cápsulas blandas.
También figuran el Programa ergonómico dirigido a la prevención de desórdenes músculo-esqueléticos de origen laboral, Compendio de Geología de Cuba y del Caribe, la obra El cacao y el chocolate en Cuba, y Contribución de la modelación matemática al análisis epidemiológico del dengue.
Durante la actividad se entregaron diplomas acreditativos a 33 nuevos Miembros de Mérito de la ACC, y tuvo lugar, además, la ratificación de los Miembros Titulares y Jóvenes Asociados, electos por las secciones mencionadas, para ejercer en el periodo 2012-2016.
El doctor Ismael Clark, presidente de la Academia de Ciencias de Cuba, recordó el aniversario 50 del surgimiento de esa nueva organización el 20 de febrero de 1962, y subrayó el importante papel que le toca asumir hoy en todo lo relacionado con la preservación y desarrollo ulterior del proyecto histórico de la nación cubana.
Tomado de Granma 

Viaje a la semilla

 
El 20 de febrero se conmemora el Aniversario 50 de la creación, en igual fecha de 1962, de la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba. Con la misma, por primera vez la Academia adquirió un alcance efectivo a nivel nacional.
La Comisión Nacional quedó facultada para, entre otras atribuciones, llevar a cabo “la reorganización, incorporación y disolución de cuantas sociedades, academias y corporaciones estimare conveniente a los efectos de esta ley” (la ley 1011 de 20 de febrero de 1962) y para proponer al gobierno la incorporación a esta de entidades científicas adscritas a ministerios o universidades. El presidente de la Comisión era Antonio Núñez Jiménez. Contaba entre sus miembros a Juan Marinello, Fernando Ortiz, Julio Le Riverend y Emilio Roig de Leuchsenring, entre otros.
A propósito de la efeméride compartimos con ustedes el siguiente texto tomado de la Revista Juventud Técnica

Pasaban los meses y los años de aquella gente que no se cansaba de esperar tiempos mejores, alelados entre anuncios de bebidas, noticias de la lotería, algún que otro escándalo político y ciertas obras “dignas” de uno de los pueblos más rebeldes de América.

 Un Capitolio y un túnel asombroso por debajo de la Bahía de La Habana traían las luces del capital que, en pleno auge algunas millas más arriba, inoculaba el virus del consumismo en hogares que, con trabajo, lograban reunir para ganarse el derecho a una consulta médica.
Bajo la piel de esa isla pintoresca, destino turístico de mafiosos connotados, paraíso pretendido de ron y mujeres, verdaderas sanguijuelas chupaban los recursos naturales y esquilmaban el patrimonio cultural construido con sangre y pensamiento criollos.

Dormía el legado de Poey, Finlay, Romay, Varela, Saco, Reynoso, adelantados de una ciencia originaria, de pura cepa cubana. Aquella real corporación por ellos soñada había renunciado a sus tiempos de gloria. La fusta colonial, que finalmente cedió ante el empuje nacional por edificar una ciencia autóctona, se retocaba con métodos doblemente siniestros.

 La Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana se sacudió la “realeza”, pero continuaba cargando la cruz del coloniaje. Se le perseguía y acallaba, se le apaciguaba como a las otrora epidemias, se le vapuleaba cual mendigo insalubre.

Algunas instituciones bregaron entre la barahúnda, y permanecieron “colgadas” a entidades del estado. Un orden “surreal” se había impuesto, en tanto nombres como los de Carlos de la Torre, Pedro Kourí y Juan Tomás Roig salvaban la honra de la ciencia en Cuba.

La Academia estaba adscripta al Ministerio de Justicia, y recibía unos exiguos 400 pesos para solventar sus gestiones;la Sociedad Geográficafuncionaba como una dependencia del Ministerio de Estado; el Parque Zoológico permanecía a la sombra del Ministerio de Obras Públicas; la Marina de Guerra rectoraba los estudios en meteorología.

La Sociedad Espeleológicaera atacada por fuerzas represoras y sus miembros perseguidos. Una resolución del Ministerio de Educación, de Batista, prohibió la difusión de la Geografía de Cuba, de Antonio Núñez Jiménez, fundador del grupo, en tanto la obra monumental de Felipe Poey, Ictiología Cubana, permanecía inédita, “por emanar de un hombre progresista y materialista”.

La investigación estaba refugiada en las universidades, a expensas del tiempo y voluntad de los profesores. Ninguna publicación. Nada de dar a conocer resultados de investigaciones. Nula colaboración entre centros. Absoluto desmembramiento de la labor científica en el país.

¿Ciencia? Esa palabra olía a élite, permanecía desconocida por el pueblo.

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